Sobre el fuego que devoró 1/3 parte de mi casa, no quisiera hablar. Pero no puedo esconderlo de mis pensamientos si quiero seguir en la Ruta de la Libertad.
La noche era perfecta. Celebraríamos el cierre de la primera ronda de quimios de Tita y la llegada a territorio americano de Dalia, la esposa de nuestro hijo mayor. También celebraríamos por adelantado, nuestro viaje a Houston para iniciar mi proceso de las 28 radioterapias que debían exterminar el ahora innombrable.
Planificamos la cena meticulosamente. Por ejemplo, la sopa era de lentejas para subir los niveles de hemoglobina; sin jamón, porque Dalia es judía, y sin pimienta, para no provocar las nauseas de Tita.
Nos reímos y disfrutamos muchísimo hasta el momento de preparar el café, cuando escucho una explosión, cristales rotos, y olor a plástico quemado. Activamos un plan de emergencia que nunca planificamos: alguien me empujó la silla de ruedas y el esposo de Tita la asistió para que saliera rápido.
El cuento largo, en su versión corta es lo de siempre... llamada a la policía, a los bomberos, sacar los carros de vecinos y visitantes para dejarle espacio al camión de los bomberos y un segundo camión-tanque de agua extra, verificar que todos estuviéramos bien y a salvo, porque seguían las explosiones y las lenguas de fuego nos hacían burlas por las ventanas. Lo mas doloroso fue gritar el nombre de los dos que faltaban, y que no contestaran.
Cuando contestaron, estaban a gritos y llorando. Horas después de que los bomberos decidimos irnos al apartamento de mi hijo. Al amanecer, buscamos un hotelito que supuestamente era libre de barreras para personas con impedimentos. Pero no resultó. Duramos menos de una semana.
Conseguimos otro hotel que cumplía con los requisitos de la ley. Estuvimos aproximadamente 3 semanas en hoteles. Apenas teníamos ropa ni maletas, y faltaban 2 semanas para trasladarnos al hospital de Houston para un tratamiento que duraría entre 6 a 7 semanas.
Hubo que tomar una decisión: o me quedaba en mi país, viviendo en hoteles, con una casa inhabitable que parecía la escena de un crimen, o atendía mi cabeza...
Cuando regresamos a nuestro terruño, la casa todavía estaba hecha un desastre porque los trabajadores no cumplieron, pero yo había terminado el tratamiento sin efectos secundarios.
Un paso importante hacia la Ruta de la Libertad.
Estoy segura de que estoy libre de un meningioma que insistió en habitarme desautorizado desde el 1998. Después de 4 craneotomías, una radiocirugía y 28 radioterapias, ME SIENTO LIBRE. Todavía la ciencia no me lo ha confirmado, pero quiero compartir esta etapa de ESPERANZA con los amigos blogueros que me conocieron en "Conviviendo con Intruso", mi primer blog. Ahora me concentro en intensificar planes y proyectos que el innombrable no pudo, ni podrá frustrar. Seguimos...
Siguen la ruta de mis ilusiones
Empezamos a contar desde cero. Este blog es nuevecito.
viernes, 20 de marzo de 2015
O la casa, o mi cabeza...
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Querida Cassio, acá Soñadora reportándose! Ni bien te leí en mi blog corrí en tu búsqueda y ya me puse al día. Me alegra muchisimo leerte y acompañarte en esta nueva ruta.
ResponderBorrarTe quiero mucho!
Sonnadora de mi Corazon, Espero que no te hayas asustado con esta entrada pq no la he terminado. Todo se complica cuando escribes con una mano. Me cai y me fracture la clavicula. Pero sigo en la ruta!
BorrarGracias por acompannarme.
Son imprescindibles!
Sonnadoraaaa... iujuuu... alo? alo?
ResponderBorrarYa!